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De porqué tenemos que seguir efureciéndonos

Quiero proponerles un reto. Siéntanse libres de aceptarlo o no, pero primero piensen con atención en la última vez que decidieron cambiarse la camisa antes de salir a trabajar por que qué pereza aguantarse las miradas del compañero de trabajo cuando pasa al lado del cubículo. O piensen en aquella otra vez en la que pensaron que era mejor no ponerse esa mini falda que tanto les gusta porque qué fastidio aguantarse los comentarios de los obreros de la obra de enfrente. O tal vez les pasó como a mi y decidieron dejar de ir a alguna clase en la universidad por que el profesor les ponía la mano en el hombro cada vez que pasaba por su lado, se acercaba demasiado al hablar o les pedía que se quedaran después de clase sin razón aparente. Piensen en esa amiga, esa conocida que se vio forzada a dejar su trabajo por que el jefe no dejaba de hacerle propuestas sexuales, a pesar de que ella lo rechazaba una y otra vez. Piensen en todos esos momentos en los que han modificado sus comportamientos para poder estar tranquilas.

Este es mi reto, y es muy simple: Desacostumbrémonos. Dejemos de pensar que es normal que un jefe nos mire las tetas y no a los ojos cuando nos habla. Dejemos de pretender que no nos molesta cuando una figura de autoridad nos pone la mano en la baja espalda y nos habla al oído. Dejemos de pensar que es mejor y más fácil renunciar y quedarnos calladas que denunciar. No tenemos que seguir haciéndonos a un lado. Tenemos ojos, tenemos oídos, tenemos bocas para gritar y dedos para escribir. Estoy harta de la gente a mi alrededor que me dice que soy una exagerada por molestarme por estos pequeños y cotidianos actos de sexismo. Porque cuando un hombre que no me conoce y no sabe nada sobre mi me hace un comentario lascivo por la calle está haciendo un comentario sobre todas. Nos está volviendo un objeto. Nos está deshumanizando. Y deshumanizar es el primer paso para justificar la violencia contra alguien. ¿Y luego se preguntan por qué la violencia de género es tan común?  La batalla está en las pequeñas cosas. ¡La lucha está en la cotidianidad! No escuchen a los que les dicen que están siendo histéricas para descalificarlas y negarse a escucharlas. Enfurezcámonos. El lenguaje es una herramienta poderosa. Hablen. Escriban. Pero no se queden calladas.

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